La aventura de Lía y el Caracol Dorado

En un rincón tranquilo de un jardín floreado vivía una niña llamada Lía, que adoraba pasar horas observando a los pequeños habitantes del suelo: hormigas, mariquitas y caracoles. Un día, mientras jugaba con su lupa, encontró algo extraordinario: un caracol con una concha dorada que brillaba como el sol.

El caracol, cuyo nombre era Aurelio, habló con una voz suave: «Lía, soy un caracol mágico, y necesito tu ayuda. Perdí mi mapa para encontrar el Reino de los Sueños, y sin él, los sueños se pierden en el aire.»

Lía estaba asombrada, pero respondió con determinación: «No te preocupes, Aurelio. Juntos encontraremos tu mapa.»

Así comenzó su aventura. Lía y Aurelio recorrieron el jardín buscando pistas. Pasaron por un riachuelo, donde las ranas les dieron un consejo: «Busquen bajo la gran roca azul.» Corrieron hacia la roca y encontraron un fragmento del mapa, que brillaba como estrellas.

Siguieron buscando hasta llegar a un campo de flores donde las mariposas bailaban. Las mariposas les dijeron que el siguiente fragmento estaba escondido en una vieja casita de abejas. Al llegar, la casita estaba llena de miel dulce y luz dorada, y allí encontraron el último pedazo.

Con el mapa completo, Aurelio y Lía descubrieron que el Reino de los Sueños estaba escondido en una luna llena que aparecía en el charco más grande del jardín. Cuando llegaron al charco, Aurelio giró su concha dorada y abrió un portal mágico que los llevó al Reino de los Sueños.

Allí, todo era de colores vivos y luz suave. Aurelio recuperó su brillo mágico, y las criaturas del reino agradecieron a Lía con una corona de flores. Lía volvió a casa con un corazón lleno de alegría, sabiendo que había ayudado a los sueños a encontrar su camino.