La estrella que no quería brillar

En una galaxia lejana, donde el cielo nocturno estaba lleno de luces danzantes, vivía una pequeña estrella llamada Nova. A diferencia de sus hermanas mayores, Nova era tímida y apenas brillaba. Las otras estrellas se burlaban de ella, diciendo: ¿De qué sirve ser una estrella si no iluminas el cielo?.

Nova, triste y solitaria, observaba cómo las demás estrellas formaban constelaciones y adornaban la noche. Un día, mientras lloraba en silencio, apareció un curioso cometa llamado Ziro, que iba de paso.

—¿Por qué estás tan triste, pequeña estrella? —preguntó Ziro con voz suave.
—No brillo lo suficiente —respondió Nova—. Nadie me necesita en el cielo.
Ziro la miró con comprensión y dijo: —Yo creo que tu luz tiene un propósito especial. Acompáñame, quiero mostrarte algo.

Juntos viajaron por el universo hasta llegar a un planeta lejano y oscuro, donde todo parecía estar cubierto de sombras. Pero entonces, Nova notó a un grupo de criaturas pequeñas y frágiles que miraban al cielo con ojos esperanzados. —¿Quiénes son ellos? —preguntó Nova.

—Son los Lunaris. Llevan años en la oscuridad, soñando con una luz que guíe sus vidas. ¿No crees que podrías ayudarlos?

Con algo de duda, Nova dejó que su luz parpadeara ligeramente. Al instante, los Lunaris levantaron las manos con alegría y comenzaron a bailar bajo su tenue resplandor. Sus risas llenaron el aire, y Nova sintió algo que nunca había sentido antes: felicidad.

Desde ese día, Nova se quedó iluminando el cielo de los Lunaris. Su luz, aunque pequeña, era la más importante para aquellos que la necesitaban. Y así, Nova descubrió que no importa cuánto brilles, siempre puedes ser una estrella para alguien.